Ayer fue mi cumpleaños
Ayer fue mi cumpleaños (lo sé, no lo sabías y tampoco hacía falta). No fue un día memorable (más bien todo lo contrario) pero he podido aprender un par de cosas.
Cuaderno de bitácora: Entrada 8
Las cosas cambian (but not really)
Las cosas cambian, la vida cambia. Desde que era pequeñita recuerdo esperar el día de mi cumpleaños con tremenda ilusión. Llámalo «inducción hollywoodiense», «ilusión infantil»… pero siempre me moría de ganas de que llegase ese día especial, al que yo le atribuía unas capacidades especiales.
Lo cierto es que no recuerdo ningún cumpleaños que haya sido realmente especial. Sí, a algunos venían mis amigos, a otros no, a veces había una tarta y algún regalo… Recuerdo uno, en concreto, en el que me di cuenta, con tristeza, de que ninguno de los invitados me conocía realmente solo con fijarme en los regalos que me dieron.
No me interpretes mal, siempre he sido más de valorar la compañía que tengo en ese día que el tipo de regalos que me traigan pero hay momentos, sobre todo cuando necesitabas realmente esa ilusión porque tu vida se está yendo por el retrete en los que, de verdad de la buena, necesitaba abrir un regalo que dijese «sé que te hacía ilusión tenerlo» o «esto es muy especial».
Regalar o no regalar
Soy una persona que se considera fácil de contentar en este terreno. Tengo gustos (en su mayoría) tremendamente baratos (soy una friki de la papelería, por ejemplo y mis gustos en joyería podrían catalogarse dentro de lo que comúnmente se llama bisutería). No te tienes que gastar un riñón para sorprenderme y hacer que alucine en colores con tu regalo.
¿Quiere esto decir que si no me haces un regalo en mi cumpleaños «ya no te ajunto»? Nada más lejos de la realidad.
Recuerdo que la frase que más se repitió ayer en mi mente fue «solo quiero que a alguien le importe». Suena duro, lo sé, pero la mente a veces juega estas malas pasadas. ¿Estoy sola en la vida? Por supuesto que no. ¿No le importo a nadie? Nada más lejos de la realidad. Pero cuando has pasado un año (¿una década?) de mierda a nivel mental y el día de tu cumpleaños (al que tú aportas mucho valor) tus más cercanos se olvidan de felicitarte (unos tuvieron un día muy duro en el trabajo, otros pensaban que estábamos a día 12 y otros, directamente, son niños que no saben en qué día viven), eso genera una herida que arde por dentro y que hace que nadie pueda acercarse sin quemarse. Aunque tú no quieras.
Cuando tú no eres el centro

Ahora, a esto, súmale el hecho de que este año coincidió mi cumpleaños con uno de los «días grandes» de las fiestas del pueblo (cambia cada año) y tienes la tormenta perfecta para que tú no importes un «pito de pavo» en «tu día especial». Los sentimientos que tuve durante todo el día fueron totalmente desoladores.
El intento de prepararme una tarta que salió fatal, el tener que intentar (con más o menos éxito) que las niñas disfrutasen del día de fiesta… todo eso iba relegando a mi «yo interior» a un sitio frío y oscuro dentro de mi mente.
Hace poco escuché que, a nivel neuronal, la depresión activa la parte del cerebro que nos hace conscientes de nosotros mismos. En la explicación se ponía como ejemplo (lo simplifico muchísimo) que, cuando una persona neurotípica no empieza a plantearse si hay algo mal con ella hasta que lo rechazan unas diez veces, un cerebro con depresión a partir de la segunda ya se está cuestionando cosas y de forma muy seria. Decía que la parte del cerebro que se encarga de hacer eso está hiperactiva en un cerebro con ese tipo de condición y eso puede ser brutal. Y te lo digo, lo es.
Llegas a niveles en los que, encima de no poder evitar pensar así, acabas sintiendo que eres una persona egocéntrica por pensar así. Y entonces todo se exacerba.
La enseñanza del día
Obviamente todo lo que os cuento hoy está tremendamente compactado e hiperresumido. Faltan matices y detalles que, posiblemente, os ayudarían a entender mucho mejor y a juzgar mucho menos, las palabras que estáis leyendo. Sin embargo, no lo considero necesario para el motivo que me ha traído hasta aquí, que me ha hecho tomar la decisión de escribir estas líneas.

¿Cuál es el motivo? ¿Qué enseñanza profunda he sacado de todo esto? Pues la verdad es que no tengo demasiado que aportar en este apartado. Me gustaría poder decir que la experiencia me ha hecho crecer y que he venido a traerte la solución pero, la verdad es que esto no es más que un día en la vida de una persona cuyo cerebro tiene una configuración concreta y unas respuestas químicas concretas.
No se aprende de todo lo que te pasa. A veces, simplemente pasa el día y «pasó la romería» y solo quieres vomitarlo todo en un texto por si alguien sí consigue aprender algo de ello, aunque solo sea a odiarte un poco.
Lo cierto es que este año sí he aprendido a que ese pensamiento ya no me moleste. Me gusta lo que hago y me gusta cómo soy. Hay cosas en las que trabajo cada día para mejorar o, simplemente, gestionar con más acierto pero, en general, lo que opine quien está fuera de mi cabeza no afecta lo más mínimo a mi toma de decisiones (o en ese proceso me hayo, al menos).
Pintarse la cara color esperanza...
Espero no haber deprimido demasiado tu día contándote el mío y aprovecho para meterte la cuña publicitaria recordándote que, hasta el 30 de septiembre, estamos de rebajas en ProtoLuna. Pincha en el enlace donde puedes ver los precios habituales (el descuento del 25% se aplica al total calculado después de los impuestos). Además, ni siquiera tienes que corregir tu novela ya, con que reserves ahora la fecha para antes de que termine el año, podrás disfrutar del descuento. ¿Qué me dices?
Me despido ya liternauta.
Que el viento sople siempre a tu favor.