Desconexión – Duelo a textos #3

Texto 'Desconexión' tercer participante del concurso 'Duelo a Textos' organizado por Protoluna
Índice de contenido

Desconexión

Habíamos llegado al fin a la modesta casa rural que habíamos alquilado para pasar un fin
de semana de desconexión en el Pirineo aragonés. Era primavera, pero el tiempo parecía el
de cualquier día de verano en nuestra tierra, Galicia. Habíamos elegido aquella zona
después de ver unas fotos preciosas en las redes sociales, pero al mirar hacia la casa, un
escalofrío recorrió todo mi cuerpo, sentía como si alguien me estuviera observando desde
dentro, lo cual no tenía sentido, pues habíamos acordado con la dueña que nos dejaría las
llaves en una maceta a la derecha de la puerta. Después de bajar las maletas, encontramos
las llaves en el sitio acordado y entramos. De nuevo el escalofrío, no entendía qué me
ocurría con aquella casa, pues a mi pareja no parecía darle ninguna sensación. «Parece
confortable» dijo haciendo una panorámica con la vista de toda la planta baja, yo como
única respuesta hice un gesto afirmativo con la cabeza, no era capaz de hablar.
Nada más dejar la maleta en el cuarto principal, le pedí a mi acompañante que fuésemos a
disfrutar del buen día que hacía, visitando los alrededores, no soportaba el peso de unos
ojos observándome en la espalda. Durante todo el paseo, me pareció un sitio precioso y se
me fue un poco esa horrible sensación que había sentido en la casa pero, nada más cruzar
de nuevo el umbral, un nuevo escalofrío se adueñó de mi ser, de tal manera que no pasó
desapercibido, «¿Te encuentras bien?», «Sí, es solo que tengo una sensación extraña»
confesé al fin, me miró asustado, pues sabía de mi don para sentir otros entes, «¿Quieres
que nos vayamos? Si no te sientes bien…» pronunció con la voz temblorosa, «No pasa
nada», intentaba tranquilizarlo mientras un dolor cada vez más fuerte se apoderaba de mi
cabeza. Sentí como me desvanecía y caía al suelo, provocando un ruido seco, el mismo
que imagino que provocan los árboles que caen solos en el bosque, entonces la vi. Era una
señora, no muy mayor, llevaba un viejo camisón lleno de manchas oscuras, se fue
acercando a mí hasta estar tan cerca de mi rostro que sentía su putrefacto aliento, abrió la
boca y vi unos dientes puntiagudos que me recordaron a un tiburón, llenos de sangre y
oscuridad. Grité todo lo fuerte que pude y me eché a correr, intentando huir de ese ser,
miraba hacia atrás y se mantenía inmóvil en el mismo sitio, lo que me hizo meterme en la
primera puerta que encontré, que coincidió ser la del baño, por lo que pude cerrar el pestillo
y rezar todo lo que no había rezado en mi vida. Sabía que aquello tenía que ser una
pesadilla, que si lograba despertarme todo pasaría, pero no se me ocurría el modo de
hacerlo, de pronto, en el lugar donde había un espejo hace unos segundos, apareció una
puerta, no pude evitar pensar «No había visto esa puerta antes», estaba segura de que no
estaba ahí al entrar, había visto mi reflejo en un espejo. Entonces, noté como el pomo
comenzaba a girar y me temí lo peor. Cerré los ojos muy fuerte, hasta que escuché su voz
«Diana, Diana, despierta, por favor». Abrí los ojos y ahí estaba mi compañero de vida, lo
abracé tan fuerte que se sorprendió, pero no tardó en corresponderme el abrazo, «Tenemos
que irnos de aquí», «¿Qué has visto?» preguntó asustado, «Te lo contaré en el camino,
pero salgamos de aquí lo antes posible».
Ya en el coche, le relaté aquel extraño sueño, él agarraba mi mano siempre que la carretera
se lo permitía, cuando acabé cerré los ojos intentando descansar, hasta que me quedé
dormida y escuché una voz tenebrosa «Puedes ir a donde quieras, ya soy parte de ti». Tres
meses después, supe que estaba embarazada.

El autor del texto será revelado al término del concurso.

Créditos de las imágenes
  • Desconexion - Duelo a Texto #3 | Awenyr | CC BY 4.0

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