Cuaderno de bitácora: Entrada 3.
Hace unos días, un nuevo miembro de la familia ProtoLuna me preguntó ¿Hay algún problema si escribo de una manera incisiva y mordaz? y yo, sonriendo para mis adentros, dije ¡Pues claro que no! Y es que, claro, yo ya tenía escrito el título de esta bitácora y tenía muy clarito qué iba a decir y como. Y, aunque tengo la clase suficiente como para no dar nombres innecesarios. Te puedo garantizar, grumete, que la tempestad que nos aguarda no será chica. Pues vengo a contarte una historia de celos, traición y venganza. Pero, sobre todo, con mucho mucho salseo (y algo de mosqueo).
El problema de lo obvio
En este mundillo, como en cualquier otro, siempre existen ciertos círculos que se crean donde todo el mundo se conoce y todo se sabe. Por suerte o por desgracia (yo opino que lo primero), yo pertenezco a uno de esos grupos. He de decir que toda mi vida he pertenecido a la versión correspondiente del mismo grupo en distintos contextos: los parias.
Y lo digo con todo el cariño. Llámalos raros, frikis, empollones, marginados… ponles la etiqueta que quieras, pero seguimos siendo aquellos relegados al ostracismo que se niegan a aceptar el anonimato y se revuelven contra un sistema donde no se valora su talento, esfuerzo o sabiduría. Un entorno en el que son tremendamente necesarios, pero donde nadie da un mísero céntimo por ellos. Esos somos nosotros.
El problema que esto conlleva es que, precisamente por ese pseudo anonimato, nos vemos a menudo siendo víctimas de plagio, “préstamo no permitido” y copia barata. Y claro, nadie se da cuenta porque somos los desamparados, los desharrapados, los desheredados… No, nadie repara en esos detalles… ¿o sí?.
La manada
Pues sí, señores, sí. Alguien siempre se da cuenta. Básicamente, la habilidad que nos define de ser prácticamente invisibles, nos permite ver, oír y registrar cosas que el común de los mortales no podría por estar demasiado ocupado mirándose el ombligo y distraído por el barullo que generan las voces de su cabeza alentadas por su propio ego. Y es que , como decía un sabio africano somos clan y eso, aunque no se note, genera un efecto llamada que hace que, entre nosotros, nos leamos, nos veamos y nos conozcamos hasta un punto en el que reconocemos cuando a uno de nosotros le han robado algo que era fruto de su sesera y de aquel que se está beneficiando.
El Salseo (y mosqueo)
Pues hoy he decidido rebelarme y revelarme, con las dos consonantes. Pues no me gusta esta práctica y me voy a desfogar a gusto con toda esa “élite” sin escrúpulos que no siente la más mínima vergüenza ante el apropiamiento del trabajo ajeno y bailan entre las palmas de quienes les dan coba sin saber de donde sacan lo poco original que producen.
El salseo más reciente del que fui testigo ocurrió en un evento literario de cuyo nombre no quiero acrodarme. Esto, además de una cita literaria destripada por mi persona para quedar cool es realmente un sentimiento sincero. Me hayaba yo allí sentada, con toda mi ilusión, natural en mí en cada evento literario al que acudo cual niña con sus zapaticos nuevos cuando, de pronto, oigo tratar un tema que ¡horror! me suena tremebundamente y es que ¡pardiez! se había mencionado en en esta tu web de referencia de literatura y sus redes sociales a escasos quince días de celebrarse dicho evento.
Tema, por otro lado, que no se había mencionado en el mundillo en los últimos tiempo, hasta que lo sacó una de nuestras colaboradoras y que, además, le puso nombre a un término que, curiosamente, se extendió como la espuma durante como un mes y no se volvió a utilizar más que en dicho evento literario.
El mosqueo (y salseo)
Habíase de quedar esto en una simple anécdota, de no haber sido por las continuas y repetitivas preguntas de TODOS los años sucendiéndose como en un mal dejá vu, que llevaban, intercaladas como quien no quiere la cosa, alguna que otra salida de una manga que olía tremendamente a ProtoLuna y que acabó haciendo que un insecto volador, al que se le suele tachar de cojonero, se instalase tras mi oreja durante el resto del evento.
Y es que, además, resultó ser el evento más aburrido, plano y agónico al que he asistido en los últimos años. Cosa, por otra parte, que influyó negativamente en mi ya mala percepción de aquel día y que ha dejado un regusto amargo en las papilas de mi intelecto hasta el día de hoy hasta el punto de no tener ganas algunas de repetir asistencia en próximas ediciones.
La finalidad
Y ¿a cuento de qué te cuento yo esto? Por un lado, porque me apetecía. Por otro, porque ya está bien de callarse y, aunque sea bajito, hay que empezar a denunciar las cosas al más puro estilo de mi tierra, con retranca, que tampoco hace falta iniciar una guerra pero, quizás, sí remover alguna conciencia y, con suerte, que se curren más próximas ediciones para traer el mejor contenido ORIGINAL posible, sin tener que refreír el trabajo de los otros sin hacer, si quiera, una mínima mención a sus fuentes.
Yo me voy a despedir aquí, viajante del velero de la vida. Deseándote, como cada semana, que el viento sople SIEMPRE a tu favor.
Créditos de las imágenes
- Salseo y mosqueo | Awenyr | CC BY 4.0