Un poquito de contexto
En 1770 el inventor Wolfgang von Kempelen construye, en sólo seis meses, lo que parece un prodigioso autómata capaz de jugar al ajedrez con una destreza propia de los grandes maestros.
Aunque, en realidad, una persona en el interior de la mesa ejerce de cerebro, Kempelen se vale de toda su inventiva y creatividad para crear un sistema que permita al operador jugar sin ver la mesa sobre él y manejar las piezas con gran precisión a través un pantógrafo que le permite mover el brazo de la marioneta que ve el público.
Para eliminar cualquier duda de trampa, antes de cada actuación, abre 3 lados de la mesa mostrando que está totalmente vacía. Dejando únicamente un espacio totalmente cubierto de engranajes y donde no es, aparentemente, posible que quepa una persona.
“El Turco”, como se le conoce hoy día a la máquina de ajedrez, ganó mucha popularidad en la época realizando diversas y exitosas giras a lo largo de Europa.
Hubo muchas teorías sobre el funcionamiento de “El Turco”: magnetismo, magia, energías sobrenaturales y, por supuesto, el fraude. Aunque nunca nadie pudo demostrar cómo funcionaba realmente.

El secreto no se desvelaría hasta más de 80 años después, tras pasar por varios propietarios y luego de su destrucción en un incendio en 1854 en Filadelfia.
Aunque está bastante documentada la historia de esta máquina, así como sus partidas y oponentes, algunos de gran renombre como Benjamin Franklin, Edgar Allan Poe o Napoleón Bonaparte, hay un misterio del que no quedaron registros: ¿Quién fue su primer operador?

Edgar Allan Poe ¿Cómo murió?
Seguro que ya has leído y escuchado muchísimo sobre Poe pero, ¿sabes cómo murió? Nosotros tampoco y de hecho nadie lo sabe realmente. Indagamos en las teorías al respecto
La máquina de ajedrez
El autor, Robert Löhr, aprovecha este último punto, este hueco en la historia, para crear a ese primer operador, un pobre enano temeroso de Dios sobre el que realmente se centra toda la historia.

En pleno resurgimiento del ajedrez, en parte gracias a la serie de Netflix, Gambito de Dama, me decidí a leer este libro. Llevaba ya tiempo en mis estanterías y esperaba encontrar en él bastante ajedrez y, sobre todo, mucho sobre esta histórica máquina.
Como aficionado al ajedrez, y amante de la intrahistoria, esa que no se da en el colegio, he de decir que me he sentido muy decepcionado con esta lectura, y no dejan de ser ambos un pobre McGuffin.
Sobre el ajedrez no sale nada más allá del nombre de las piezas, y la narración de una única partida, si es que se puede llamar así, se realiza con una forzada, larga e innecesaria comparativa con una batalla.
Entiendo perfectamente que es una novela y no un libro sobre teoría del ajedrez, pero alguna mención a aperturas, ataques y defensas históricos hubiera sido un detalle.
Al respecto de la máquina, sí hay un poco más sobre la resolución de problemas y mecanismos para poder realizar el engaño (cómo ver desde dentro, cómo mover las piezas, cómo esconder al enano, cómo distraer la atención…) pero en todo momento parece algo totalmente secundario, necesario únicamente para dar pie a que avance la trama. Como dije, un McGuffin.
Obviando estos detalles, más relativos a no cumplir mis expectativas que a la obra en sí, la narrativa expuesta tampoco es destacable. Es muy irregular a lo largo de toda la obra, con pasajes completamente innecesarios. En especial las torpes, excesivas y explícitas descripciones de los encuentros sexuales del protagonista, totalmente irrelevantes a la trama.
Dos líneas temporales
Esta sucede, además, en dos líneas temporales que se van alternando en algunos capítulos: la principal y 13 años después. Una ejecución que a mí me ha parecido algo confusa y que no cobra sentido hasta casi el final del libro.
Los capítulos son también muy dispares, tanto en longitud como en narrativa. Nos encontramos con escenas muy elaboradas que no tienen absolutamente ningún impacto en la trama, así como flashbacks que no parecen tener ningún impacto en la historia por venir. Más allá de ser una anécdota sobre el personaje.
Aunque en general el tono del libro es ligero y se lee con bastante facilidad, el uso toda la nomenclatura topográfica y nobiliaria (y algunas expresiones) en francés, alemán e italiano, cortan un poquito esa fluidez.
Doy por hecho que es un pueblo o un barrio lo que se está mencionando, pero no tengo en ningún momento la seguridad. Eché muchísimo en falta anotaciones al pie (sólo hay una y para una referencia a un personaje de “El anillo de los Nibelungos”).
Aspectos positivos
Por destacar algo bueno, en el tercio final del libro la trama se acelera y se dan un par de giros que, aunque no sean inesperados, aportan un punto trepidante. Pese a todo, el final se diluye un poco en la resolución de la trama futura, dando la sensación de que todo fue para nada.
Este tercio es también la parte más sólida de la obra, lo que me hace pensar que esto era lo principal y el resto contextualización para llegar a ello, pero que llega un poco tarde y dan pocas ganas de seguir leyendo más allá de la página 100.
Sinceramente, La máquina de ajedrez no es un libro que recomiende, sin duda, esperaba más.
Mi valoración final
Créditos de las imágenes
- Focus on the Pawn (Day 31 of 366) | Austin Kirk | CC BY-SA 2.0 | Modificada por Awenyr
- El Turco | Karl Gottlieb von Windisch | CC0